"http://www.w3.org/1999/xhtml"> javier iglesias ramos. fotografo. Santiago de Compostela. Galiza. A Baña e Galway. Retratos da vida.
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A Pomba

 

El discurso bipolar (Reflexiones ingenuas y desordenadas de un fotógrafo)


Salgo del hotel tempranito, después de un buen desayuno a la irlandesa, con huevos, tostadas, salchichas, té, frutitas etc. Tengo ganas ya de ver la ciudad de la que tanto oí hablar y que anoche desde el taxi que me traía del aeropuerto, entre el cansancio del viaje y las ganas de dejar las maletas, se dibujaba apenas entre sombras de la noche y luces de los edificios, dormida pero prometedora.
Dublín, amanecida ya plenamente, vibraba con colores y sonidos a pesar de la fina bruma que mitigaba el sol en la mañana de verano. Gente de todas las razas y vestidos, ancianos pasmados, jóvenes estudiantes con sus carpetas, trabajadores en sus uniformes, taxis, bicicletas, autobuses de dos pisos rotulados con llamativos colores y mensajes, camiones cargados de barriles de cerveza, un coche de caballos y hasta una extraña mezcla de barco y autobús (un transporte anfibio para turistas) un verdadero espectáculo para un fotógrafo recién llegado. La cámara se impacientaba en su bolsa.
¿No os pasa a veces que el ruído de un tumulto, la música en una fiesta o el rumor de la naturaleza os despierta el apetito fotográfico? Como si la película lo registrase también. A menudo me sentí decepcionado por ello después viendo los contactos.* Entiendo que el fotógrafo en estas situaciones debe concentrarse en lo que ve, en su trabajo, a veces no es fácil, y siempre lleva un tiempo. Pero la fotografía no es sorda, el reto es hacer que esos sonidos se transmitan a la mente del espectador.
Una paloma local, ufana, vigila el paso de la gente desde la barandilla del puente, al fondo el majestuoso río reflejando orgulloso el cielo y los edificios de la ciudad.



*(aúnque hoy en día uso principalmente la cámara digital como herramienta, aún sigo utilzando terminología clásica de fotografía analógica, es sólo costumbre.)

 

El bullicioso centro de la ciudad inunda de sensaciones mis sentidos, acostumbrado al oficio, no paro de fijarme en las caras de la gente, en como visten y se mueven. Es definitivamente muy excitante estar ahí en medio con la cámara y poder registrarlo en la película. Miro los escaparates de las tiendas pero no veo la mercancía, de reojo advierto como el vigilante con la cabeza pelada y gesto serio observa mi cámara intentando saber a qué me dedico, mientras tanto los clientes entran y salen constantemente, la actividad es frenética.
El centro, la zona comercial y de paseo, es un buen lugar para sacar el equipo, desperezarse y empezar a trabajar. El famoso fotógrafo norteamericano Eugene W. Smith disparaba su cámara sin carrete durante un rato para calentar el ojo y la mente antes de cargar la película. A menudo llevamos una idea preconcebida de lo que vamos a fotografiar y lleva un tiempo empezar a ver. Cuando algo capta nuestra atención es una buena idea darle algunas vueltas, insistir tomando fotos desde dieferentes ángulos, distancias y encuadres, si queremos llegar a casa con algo. Desafortunadamente al final no siempre vale la pena , pero es la manera de intentarlo.


Es curioso ver como la vida ajetreada de la calle se empieza a revelar al cabo de un tiempo de atención con sus peculiaridades, sus cosas inesperadas. Esto no es exactamente lo que esperaba encontrar, el filtro de emociones distintivo que cada cual tiene empieza a trabajar. La mirada del fotógrafo. El proceso fotográfico empieza mirando, luego vemos lo que queremos ver, tomamos fotos, las volvemos a ver y al final mostramos otra cosa. Hacer fotos bonitas no es lo que busco, mi intención es contar historias con un punto de verdad, al menos la mía, y las historias no siempre son de postal, pero al menos si están bien contadas merecen la pena.
La tarde va cayendo después de un intenso día de emociones variadas. Me doy cuenta de que la distribución de las calles no es la que acostumbro a ver en otras ciudades europeas, de las concurridas avenidas de pubs y cafeterías salen oscuros callejones que mi curiosidad me lleva a explorar, acceso de servicio a tiendas y restaurantes, unas veces sin salida y otras con entrada a garajes u otras calles paralelas. En uno de ellos, entre cubos de basura me encuentro otra paloma, no sé si la misma que fotografié por la mañana, pero en todo caso con un aspecto mucho menos arrogante